miércoles, 14 de enero de 2009

¡ El cielo es ser niño y leer a Maurice Leblanc!

¡Arsenio Lupin! Aquí mi homenaje al famoso ladrón, en su centenario. Publicado en El Periódico: http://www.elperiodico.com.gt/es/20050710/14/17836/


Cien años han pasado desde que Maurice Leblanc publicó la primera historia de Arsenio Lupin (El arresto de Arsenio Lupin) en la edición del 6 de julio de la revista Je sais tout. No contento con hurtar la atención del pueblo francés durante las cuatro décadas siguientes –hasta la muerte de Leblanc, en 1941– Lupin siguió haciendo de las suyas (hasta el punto de que cinco novelas de Lupin aparecieron después de la muerte del mismo Leblanc, no póstumas: escritas por alguien más).


Arsenio Lupin es un auténtico mito francés, no menos concreto que la Bovary, Rastignac, o Julián Sorel.Por fortuna, la longevidad del mito asegura de alguna forma la longevidad del autor. Maurice Leblanc es considerado con respeto hoy en día. No solamente como un escritor popular de cuidado, sino a menudo es respetado como un escritor culto, de prosa estupenda, y de una imaginación desbordante.

Los relatos de Arsenio Lupin nos hacen soñar. ¿Quién no quiere ser Arsenio Lupin, en verdad? Solamente los mojigatos. Lupin es un arquetipo, un ideal próspero de la personalidad. Culto, libre, sentimental. ¿Son rasgos de Leblanc? Los comprendió al menos –eso ninguna duda– y los explotó literariamente con una precisión psicológica incomparable. Maestro del tour de force policíaco, sus tramas no envejecen hasta la fecha, y tampoco su estilo.

Entre leer una novela de Leblanc y un capítulo de CSI –dirigido por Tarantino y todo– optamos por lo primero, o somos unos ineptos.Et oui. Leblanc (cuñado por cierto del Premio Nóbel Maurice Maeterlinck) reside en ese raro limbo reside dónde lo culto y lo popular se encuentran, dónde las aguas dulces y saladas confluyen, se reconcilian, se funden. Es un talento encomiable, el suyo. Dan ganas de saber más acerca de este maravilloso autor, este raro espécimen francés.La existencia de Leblanc fue más bien tranquila, más bien discreta, no se parece mayormente a la de su héroe. Es cierto que los dos alcanzaron la popularidad: ambas famas son producto de una estrecha colaboración, de hecho: una colaboración más bien parasitaria. Cuando Leblanc quiso escribir libros más allá de la serie Lupin, éste lo obligó a volver su vista sobre él, como un hipnotista, dictándole nuevas aventuras (“Soy su sombra”, diría Leblanc).

Cuando Lupin quiso vivir en paz su fortuna, nuevas episodios le fueron impuestos por Leblanc, acaso en tono de venganza.Leblanc, de cuna burguesa, nació en Rouen (1864–1941), compartiendo su sitio de origen con Flaubert, nada menos, y también normando como Maupassant. Esto es de suma importancia. Leblanc es un escritor de provincias, pero goza del ejemplo de estos dos titanes: sueña.Esta geografía normanda habría dejar su huella en Leblanc, y en sus libros.
En ese sentido Leblanc no puede ser sino un autor francés. Hoy el interesado podrá visitar su residencia de Etretat –el clos Lupin– que se ha convertido en museo.Siendo joven, sin embargo, Leblanc tuvo cierta prisa por salir de Rouen –alejarse del negocio familiar: construcción de navíos– y dirigirse a Paris, en busca de gloria literaria. Ésta habría de llegarle en forma de encargo, varios años después. En efecto, al momento de publicar El arresto de Arsenio Lupin, Leblanc tenía cuarenta años (para entonces, ya había escrito varias cosas, y se había convertido en un periodista “muy parisino”). Luego la Legión de Honor, y todo el resto.

Para Leblanc El arresto de Arsenio Lupin no era más que eso: un encargo. Pero su editor, Pierre Laffite, lo incitó a seguir las aventuras de este héroe destinado a rivalizar con el mismo Sherlock Holmes (a quién Leblanc introdujo en sus libros con el nombre de Herlock Sholmès, cambiándole el nombre por razones de autoría). Había algo de profundamente moderno en este folletín que hizo que les gustara a las masas, que querían ser absolutamente modernas.

Lupin es un producto de la belle époque, aunque terminó dejándola atrás, como a otras bellas damas. Ésta dama en particular envejeció sin gracia: no tenía los secretos de la Cagliostro. Una treintena de libros de la serie Lupin se apilaron en la bibliografía de Leblanc, dejando constancia de una inventiva inacabable, que siempre desafió el hastío y la repetición, sin perder por ello su identidad. Pero Leblanc –es sabido– sufrió las consecuencias. Nos dice Juan José Millás en un apéndice que hizo a El tapón de cristal: “Las relaciones entre un autor y sus personajes son siempre complicadas, pero pueden alcanzar grados de locura cuando se sospecha que tal o cual personaje va a desangrarnos en beneficio propio.

”Todos esos libros de Leblanc son prueba de una gran musicalidad, y el resultado de una labor literaria en el sentido más entregado de la palabra. Fue un escritor muy cuidadoso. Por otra parte, es de sospechar que la prisa y la exigencia de una literatura hecha por encargo habrían de darle, al parecer, una cierta fluidez, un sentido de la fuga, un ritmo veloz, consecutivo, mordedor, más incauto.

Es un gusto leer los libros de Leblanc, por supuesto. Leblanc concita juegos muy interesantes con el narrador, juegos claves para construir la expectación del relato. Se trata de estrategias narrativas muy novedosas para su época.Es por eso –por el brillante genio de Leblanc, y su incisivo humor– que Arsenio Lupin compite sin problemas con sus adversarios literarios y compatriotas más renombrados: el deductivo Rouletabille de Gaston Leroux (Leblanc tuvo el genio de colocarlo veladamente en su novela L´aiguille creuse, bajo el nombre de Isidore Beautrelet); o el famoso Maigret de Simenon.

Y sin embargo, no es fácil identificarse con el rostro de Lupin –porque justamente no tiene rostro. Leblanc se cuidó mucho de no darle ningún cariz definitivo, de no fundirlo en ninguna descripción. De Leblanc conservamos varias fotos, en dónde aparece con grandes bigotes espesos. A pesar de esto, sentimos más cercana la presencia de Lupin que la del mismo Leblanc. En la guerra Leblanc vs. Lupin, éste sale ganando.

Leblanc intentó escribir cosas más allá de la serie Lupin: nunca lograron trascender.Lupin, en cambio, está muy bien conservado: es una Auténtica Honra Francesa, un Verdadero Tesoro Francófono, un 100% Vive La France Forever. Durante la primera guerra mundial, el personaje incluso se volvió medio patriota, dejando de lado sus orígenes anarquistas (como lo haría el mismo Leblanc, quién ha sido llamado “anarquista de poltrona”). No era para menos: después de todo, Francia nos ha dado el ladrón más chocante de todos: François Villon.

Las aventuras de Lupin transcurren en sitios perfectamente franceses, se trate de la provincia (el país de Caux) o de la ciudad. La famosa Aiguille Creuse en verdad existe, en Normandía, aún si no está hueca por dentro.Y ciertamente, no es el norteamericano Robert Langdon –el ya célebre personaje de El Código Da Vinci– el primer policía de antiguos secretos enterrados. Muchas décadas antes, Leblanc había establecido las leyes de este juego de hacer converger ficción y tradición histórica en un fondo misterioso o esotérico (con los criptogramas de rigor) para potenciar así sus tramas con un tono de excitante verosimilitud. ¡Lupin es el más grande detective de la Historia! ¡El candelabro de siete brazos, la fortuna de los reyes de Francia…!Algo más que un simple ratero

¿Por qué Lupin goza de semejante continuidad? ¿Quién diablos es Arsène Lupin?Empecemos por su apariencia física. La primera imagen que se nos presenta: un hombre con capa, bastón, sombrero, y monóculo. ¡Alto! ¿Es ésta la apariencia real de Lupin? ¡Mil veces no! Las primeras ediciones de las historias de Arsène Lupin fueron publicadas en Je sais tout. Las portadas (geniales) estuvieron a cargo de Léo Fontan, quién tuvo a bien darle una apariencia (casi un uniforme) al hombre de las mil apariencias. De alguna forma, ésta es el aspecto que ha quedado para la posteridad: ya saben, la elegancia infinita, la sonrisa cáustica. ¡Raro fenómeno éste de la colaboración!

Pero no hay que confundir la percepción del ilustrador con la verdad literaria. Leblanc jamás nos ofrece un retrato firme de Lupin: todo lo contrario, nos hunde en una masa de trazos ambiguos. Lupin es un personaje morfológicamente encriptado.Es mejor delinear el aspecto interno de Lupin. Sabemos que es una especie de Robin Hood del siglo XX. Roba a los execrables de la sociedad, para dar a los pobres. Defiende justicieramente a las damas en problemas. No matar es su consigna. En fin, un hombre moral, salvo por una cosa: se mueve en la sombra. Pero esta nocturnidad lo protege.
Puesto que ser silencioso es la única manera de no ser moralista.Por otro lado, con Lupin –y aunque él no lo sepa– principia la progresiva marginalización de la figura del detective, que habría de desembocar en la figura del detective decadente, o el superhéroe atrapado en su propia secretividad neurótica (Lupin prefigura a Batman en demasiadas cosas). Pero en Lupin todavía no hay nada de decadente, ni de enfermo: es sólo que ya no se mueve en los límites legales de la sociedad Al contrario, Lupin es un vitalista que se ha despojado del cinturón de castidad de las formas sociales. Un vitalista: un atleta. Maestro de jiu–jitsu, vegetariano.

Por lo menos, lo imaginamos distinto a un redondo Poirot, a un alcohólico Marlowe. Es flexible.Lupin transgresor. ¿Amoral? ¿Indiferente? Nunca. ¿Inmoral? Si la hipocresía es la peor de todas las inmoralidades, entonces Lupin es, por el contrario, Santo. En tal sentido, se enmascara para desenmascarar. En este sentido, se disfraza para desnudar. Es como un fantasma con pase VIP: criatura de la noche, siempre captura al malhechor en sus peores y más fraudulentos momentos. A la vista de lo cuál se indigna, pero con calma, con humor: Lupin es hijo de la Gracia.
Siendo hijo de la Gracia, se deja inundar –penetrar– por arrebatos sentimentales. Un hombre impulsivo, que ha tenido serias relaciones con mujeres deslumbrantes. Es el Seductor, pero también es el Seducido.Nuevas contradicciones. Hay por un lado un culto de parte de Lupin a la ironía, siendo ésta insolente, osada, temeraria, indiferente, etcétera (“La insolencia era fundamental en el atractivo de Oscar Wilde”, nos dice Robert Greene en ese libro divertido, El arte de la seducción), y por el otro Lupin profesa un respeto casi incondicional a lo virginal, lo puro, lo intocado, lo huérfano, lo femenino en su sentido mítico, lo vivo y lo inocente.

Leblanc ha creado un ser humano arquetípico, es decir un hombre contradictorio esencial, esto es: un héroe. ¿Qué hace de Lupin un héroe? El continúo trasvase del amor al cinismo, y del cinismo al amor. Lupin está en perpetua fuga: es un Ladrón. Y todo este complejo huir de un lado al otro, y del otro a éste, lo magnetiza, lo empodera. Nos encontramos con el principio mismo de la fricción. Pero la fricción de Lupin es sobre seda.En efecto, Lupin es un esteta. Un dandi. Un conquistador (prefigura asimismo a James Bond). Su mayor arma es la fascinación.

Es fascinante. Siendo ladrón, es bello. “Le dandysme est le dernier éclat d'héroïsme dans les décadences”, nos dice Baudelaire. ( “El dandismo es el último destello de heroísmo en las decadencias”.) Lupin es un bon–vivant, conocedor de arte, lector de clásicos, de gusto fino y superior (podemos imaginarlo muy cómodo en su automóvil Hispano–Suiza). Sus robos son diseños impecables. Ladrón de guante blanco, roba villas y mansiones, dejando notas sutiles a sus víctimas. Notas como ésta:“Señor baron, hay en la galería que reúne sus dos salones, una pintura de Philippe de Champaigne de excelente factura y que me gusta infinitamente. Sus Rubens son también de mi gusto, así como su pequeño Watteau. En el salón de la derecha, noto un mobiliario Louis XIII (…) P.S. –Sobre todo no me envíe el más grande los Watteau. Aunque haya pagado treinta mil francos por él en el Hotel de las Ventas, no es más que una copia, el original fue quemado, en época del Directorio, por Barras, en una noche de orgía. Consulte las Memorias inéditas de Garat. No me interesa tampoco el broche Louis XV cuya autenticidad me parece dudosa.” (Traducción libre.)

En Lupin se conjugan razón y olfato, deducción y clarividencia. Es un hombre totalmente despierto. Sabe usar todos los recursos –materiales o psicológicos– que se hallan a su alrededor. Es profundamente práctico. Todos, hombres, mujeres por igual, son absorbidos por los modales de Lupin, que para mientras, a sus espaldas, les está robando. Lupin es un ilusionista cuya ilusión es la elegancia. Se sirve de la elegancia para desviar la atención de sus víctimas.¿Clarividencia, hemos dicho? Sí: hay algo de sobrenatural en Lupin, ciertamente. Es como si fuera un mago. Un hechicero que cambia de forma a cada instante. Lupin el proteico.

Soy el que No Soy, nos dice constantemente. Admitamos que la elegancia es un rasgo de Lupin. Ello no nos dice mucho. Puesto que la elegancia no es más que apariencia. Suyo es el arte de cambiar de rostro, de fisonomía, de personalidad. Raoul d’Andrésy, Maxime Bermond, Horace Velmont, Jean Daspry, Désiré Baudru, Chevalier Floriani, Capitaine Janniot, Guillaume Berlat, Michel Beaumont, M. Nicole, Jacques d’Emboise, Paul Daubreuil, Étienne de Vaudreix, Baron Anfredi, Louis Valméras, Baron Raoul de Limézy, Prince Paul Sernine, Don Luis Perenna, Jim Barnett, Baron Jean d’Enneris, Raoul d’Avenac… Sólo algunas de las identidades de Lupin. “Todo lo que es profundo ama el disfraz. Todo espíritu profundo tiene necesidad de una máscara”, nos comenta Nietzsche.

Cuarenta y siete identidades en total. Lupin muere y renace en cada una de ellas.Siendo tantas personas a la vez, la biografía de Lupin, nacido en 1874, es algo enredada. Imposible resumirla aquí. Lo mejor es consultarla directamente en internet. Una versión en inglés es hallable en la siguiente dirección: www.coolfrenchcomics.com/arsenelupintimeline.htm Si bien aún está por hacerse una versión televisiva o cinematográfica concluyente sobre la figura de Arsene Lupin, éste ha gozado de una cierta prosperidad en los medios que bien vale la pena referir. En la televisión, se han concretizado por lo menos cuatro proyectos serios, entre series y folletines.

Podemos hablar de por lo menos diez radioadaptaciones de envergadura en Francia solamente, y otras tantas de teatro, y un resto de películas (de Jacques Becker, Yves Robert, entre otros), la primera datando de 1914, y la última –la más ambiciosa– estrenándose el año pasado: se trata del esperado filme del director francés nacido en 1960 Jean–Paul Salomé, con Romain Duris (CQ), Kristin Scott Thomas (Gosford Park, The English Patient), Pascal Gregory (Juana de Arco), que sin embargo sufrió la indignación general y el embate despiadado de la crítica francesa.
Muy gustosa una reseña en particular, de un tal Yannick Vély. En un momento, dice:
“Hay algo de podrido en el reino del cine de tipo francés, como una putrefacción general que condena las distintas tentativas al fracaso artístico.” Dicho esto, la película es uno de los grandes blockbusters franceses de los últimos tiempos.

Lupin también ha sido recreado por dibujantes muy talentosos, empezando por el ya mencionado Léo Fontan. M.Toussaint, R.Broders ou M.Orazi fueron otros de sus ilustradores. Podemos mencionar asimismo a Marc Berthier, para Gallimard.Entre los cómics, mencionaremos los de Cheylard/Bourdin, los de Blondeau, los de Gilles/Cado, y finalmente los de Duchateau/Géron.En animación, nos encontramos con Les exploits d´Arsène Lupin, de Francois Bresson y Pascal Morelli. Así como el anime japonés Lupin III, extremadamente popular, acerca del nieto de Arsène Lupin.

A cien años de haber nacido, Arsène Lupin, por lo visto, se encuentra muy bien de salud. ¡Las virtudes de ser vegetariano!



2 comentarios:

  1. me interesa el blog. fui un avido devorador de las novelas y cuentos de leblanc hasta que se me acabaron. aun me quedaron algunas sin leer si tienes algunas en castellano por favor avisame a chris_ber@hotmail.com. Gracias.

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  2. Tengo algunas que como supondras no vendo ni presto Pero dentro del internet o aqui mismmo existen ligas para bajarlas

    Un abrazo

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