viernes, 16 de enero de 2009

El detective ingles contra el ladrón frances.

http: Arsenio-Lupin-contra-Herlock-Sholmes "Arsenio Lupin contra Herlock Sholmes" Arthur Conan Doyle se opuso a que mencionase a su personaje.

-Lo que no pueden las circunstancias ni las suertes adversas, lo podrán la voluntad y la obstinación de un hombre, señor Lupin.
-Si la voluntad y la obstinación de otro hombre no oponen a ese designio un obstáculo invencible, señor Sholmes.
-No hay obstáculo invencible, señor Lupin.
La mirada que cruzaron fue profunda; sin provocación de una parte ni de otra, sino tranquila y animosa. Era el batir de dos espadachines que empuñan el acero. Sonaba claro y franco.
-¡Estupendo! -exclamó Lupin-. ¡Ya es algo!
-¿No tiene usted miedo? -preguntó. Watson
-Casi, señor Watson, y la prueba -dijo Lupin, levantándose de su asiento- es que voy a apresurarme a preparar mi retirada..., sin lo cual estoy en peligro de caer en la trampa. Así pues, quedamos dentro de diez días, ¿no, señor Sholmes?
-Diez días. Estamos a domingo. Ocho después del miércoles, y todo habrá terminado.
-¿Y estaré tras los barrotes?
-Sin el menor género de duda.
-¡Caray! Yo, que me solazaba con mi vida tranquila... Ninguna preocupación, unos pequeños negocios, la Policía al diablo y la reconfortante sensación de la universal simpatía que me rodea... ¡Y va a ser preciso cambiarlo todo! En fin, es el reverso de la medalla... Después de la calma, la tempestad... Ahora ya no hay que reírse. ¡Adiós!
-Dése prisa –exclamó Watson, lleno de solicitud
-Ni un minuto, señor Watson; solamente el tiempo de decirle lo feliz que me siento de haberlo conocido, y cuánto envidio al maestro por tener un colaborador tan valioso como usted.
Se saludaron cortésmente, como hacen en el terreno del honor dos adversarios a los que no separa odio alguno, pero que el destino obliga a batirse sin merced. Y Lupin, cogiéndome del brazo, me arrastró afuera.
-¿Qué dice usted a esto, querido? He aquí una comida cuyos incidentes harán buen efecto en las memorias que usted prepara sobre mí.
Cerró la puerta del restaurante y, deteniéndose a unos pasos, preguntó:
-¿Fuma usted?
-No, ni usted tampoco", me parece.
-Yo tampoco.
Encendió un cigarrillo con un fósforo de Bengala que agitó varias veces para apagarlo.
Pero, tan pronto como tiró el cigarro, atravesó corriendo la calzada y se unió a dos hombres que acababan de surgir de la sombra, como llamados por una señal. Se entretuvo unos instantes con ellos en la acera de enfrente y luego volvió a mi lado.
-Le ruego que me perdone. Ese diablo de Sholmes va a darme mucho que hacer. Pero le aseguro que no ha terminado todavía con Lupin... ¡Ah, ya verá el inglés de qué madera estoy hecho!... Hasta la vista... El inefable Watson tiene razón. No tengo ni un minuto que perder.
Se alejó a buen paso.
Así terminó aquella extraña velada o, por lo menos, parte de aquella velada en la que me vi mezclado. Porque durante las horas que siguieron sucedieron muchos otros acontecimientos que las confidencias de los demás participantes de esta comida me han permitido, afortunadamente, reconstruir en todos sus detalles.

En el mismo instante en que me dejaba Lupin, Herlock Sholmes sacaba el reloj y se levantaba de su asiento.
-Las nueve menos veinte. A las nueve debo encontrarme en la estación con los condes de Crozon.
-¡En marcha! -exclamó Watson, después de haberse bebido de un trago dos vasos de whisky seguidos.
Salieron.
-Watson, no vuelva la cabeza... Quizá nos sigan; en tal caso, actuemos como si eso no nos importara... Dígame, Watson, ¿por qué se encontraba Lupin en ese restaurante? Déme su opinión.
-Para comer.
- cuanto más trabajamos juntos más cuenta me doy de la continuidad de sus progresos. Palabra que cada vez se hace más asombroso.
En la sombra, Watson se ruborizó de placer, y Holmes continuó:
-Para comer, exacto, y además para asegurarse si voy a Crozon efectivamente, como anuncia Ganimard en su entrevista. Voy allá, pues, a fin de no contrariarlo. Pero como se trata de ganarle tiempo, no voy... Usted, amigo mío, siga por esta calle, tome un coche, dos, tres coches. Regrese más tarde a buscar las maletas que hemos dejado en consigna, y al galope al Elysée-Palace.
-¿Al Elysée-Palace?

1 comentario:

  1. Mu interesante entrada, interesantisima página. Volveré a leer.

    Un fuerte abrazo Gabriel.

    Joan

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