sábado, 24 de abril de 2010

La mansión misteriosa

Pero la visión sonriente, un poco ingenua, un poco triste de Arlette, le atreveso el corazón. ¿Iba a perder a la joven sin defenderla?

Se burlo de sí mismo.

-No lupin; no intentes engañarte. Para defender a Arlette no tienes necesidad de meterte en la ratonera y ariesgar tu preciosas libertad. No. Te basta con hacer llegar al conde una pequeñísima misiva en la que le revélaras el secreto de los Mélamare y el papel de Antonio Fagerault desempeña en el. Bastan cuatro lineas. Ni una más. Pero en en realidad nada te impide lalmar a la puerta, por la razón bien sencilla de que esto te divierte. Es el peligro lo que amas. Es la lucha lo que buscas con Fagerault.



Puede ser que sucumbas en la tarea ¡porque están dispuestos a todo los pillos para recibirte! pero ante todo, te apasiona probar fortuna y afrontar al enemigo, sin armas y con la sonrisa en los labios.

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