lunes, 22 de febrero de 2010

Alexandre Marius Jacob: Yo he vivido, ya puedo morir.





Maurice Leblanc confiesa que Arséne Lupin nació por un conjunto de circunstancias

yo escribia una serie de novelas de costumbres y aventuras románticas como "Las parejas" y "mujer", trabajo que me valió muchos elogios

Pierre Lafitte me solicito escribir una aventura para la revisat Je Sais Tout “ lo sé todo” en el espíritu de la revista inglesa a Strand Magazine así escribí el arresto de Arsenio  Lupin .  (http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/lupin/1.html)

Maurice confiesa me avergonzó mucho escribir este tipo de aventuras y también que mi historia causó un gran revuelo. Ante la insistencia de su amigo editor de escribir otra saga de Lupin, se negó rotundamente En este momento, las novelas de misterio y de la policía estaban mal clasificados en Francia confiesa. Ante la insistencia de Pierre, Leblanc argumento que Lupin ya estaba encarcelado, a lo que el editor respondió: pues que se escape De esta forma Mauricio escribió un segundo episodio donde Lupin opera desde su celda y después un tercero donde Arséne escapa del presidio. ( http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/lupin/2.html
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/lupin/3.html )




Refiere Maurice Leblanc que él, nunca leyó las aventuras de Sherlock Holmes, pero si lo uso como un método de renovación de las aventuras de su personaje y aclara que Conan Doyle nunca tuvo influencia sobre mi, porque reitera nunca leí a Holmes cuando cree a Lupin

Quienes influyeron en mi fueron sobre todo autores que leí cuando fui niño Fenimore Cooper, rotación, Gaboriau, y otros más. Y Poe es un genio finaliza
Tuve que hacer un héroe a Arsene Lupine El es tanto un villano, como un buen chico

Añadí a mis historias el elemento humano, Lupin es valiente con espíritu caballeresco , es una buena persona , generosa. De sus aventuras sale con la verdad y lleno de honor y desde luego más rico que antes. Lupin es un quijote desvergonzado.
Por cierto, en la literatura nunca se hace lo que uno debe hacer. Concluye Leblanc:

Notas

En 1897 aparece El ladrón de Georges Hippolyte Adrien . El libro no conoce el éxito esperado el héroe del libro es, George Randall, desposeído de su herencia por su tío. Lladrón por necesidad y el apetito de riesgo, Darién revela sus inclinaciones anarquistas y su odio hacia el orden social.

En 1893 Ernest Guillermo Hornung, se casó con la hermana de Arthur Conan Doyle a quien no estima. Es probable que eso, cinco años después, lleve al autor a crear un personaje totalmente opuesto a Sherlock Holmes que hizo posible el éxito de su cuñado

Ernest da vida a Raffles Por este ladrón amateur no es los barrios bajos de la sociedad victoriana, es un dandy conocido en Londres por sus características particulares, y los logros deportivos (Raffles es un jugador de críquet de primer orden) y apreciado por sus buenas maneras. Siete años después de Raffles, ocho años después de Randall, Maurice Leblanc imagina el ladrón de guante blanco Arsene Lupine. La detención de Arsene Lupin aparece en la edición del 6 de julio de 1905. El ladrón de guante blanco es lanzado. Dos días antes de que el Tribunal de lo Criminal de Loiret condene a Jacob Alexander a veinte años de trabajos forzados de por vida.

La detención de Arsene Lupine se produce después de la condena de Alexander Jacob.

Las aventuras de lupino nacieron de la imaginación de un novelista que escribe bajo la influencia de su tiempo, el de las noticias y su medio social

Existe una mencion de Alejandro Jacob, sobre Lupin. El anarquista es, en efecto plenamente consciente de la existencia de su alter ego de papel. el 12 de mayo 1952 da su impresión a su amigo Robert Passas: "Como una imaginación romántica, está bien. Y eso es lo que agrada al público. Pero para ser técnico, es una tontería. Demasiado absurdo, inverosímil. Y ese es uno de los libros de mayor venta!.

Y el éxito de Leblanc admite Jacob Alexander se basa también en la aventura y el romance. Al público le gusta Lupine es que se siente atraído por el misterio que lo rodea.



Biografía nace el 27 de septiembre de 1879 en Marsella, en el seno de una familia obrera. Siendo aprendiz de tipógrafo, comienza a frecuentar círculos anarquistas y a estudiar a autores como Stirner y Proudhon. En 1900 organiza su red de 'robo científico'. Su banda, Los Trabajadores de la Noche, comete cerca de 150 asaltos en tres años. El 21 de abril de 1903, tras un golpe fallido, asesina al oficial Pruvost en Abbeville.
Salón del tribunal de Amiens. Marzo de 1905.
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El ladrón anarquista Alexandre Marius Jacob comparece acusado de más de un centenar de robos y un asesinato. Aunque es probable que termine en la guillotina, su voz no tiembla: «He preferido conservar mi libertad, mi independencia, mi dignidad de hombre, antes que hacerme artífice de la fortuna de un amo. En términos más crudos, sin eufemismos, he preferido robar antes que ser robado».
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Jacob tiene veintiséis años y responde al tipo meridional. Es recortado, fuerte y muy moreno. También rápido de ideas y altivo. Incluso frente al tribunal parece conservar cierto humor burlón. Se le acusa de ser el jefe de Los Trabajadores de la Noche, un grupo de ladrones especializado en asaltar viviendas de militares, nobles y burgueses. Durante tres años, la banda se ha deslizado por los bulevares del París de la Belle Époque con una mezcla muy llamativa de sigilo y eficacia. Su enemigo es la propiedad y sus métodos son tan sofisticados, tan limpios, que se les atribuye la invención del 'robo científico'. No hay cerradura, verja o muralla que se les resista. Ellos siempre son más astutos.
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La increíble historia de este grupo nos aguarda en un libro titulado 'Por qué he robado' , que recoge textos del propio Jacob (fragmentos de sus memorias, declaraciones y cartas) que permanecían inéditos en español. Maurice Leblanc se inspiró en él a la hora de crear al rey de los ladrones de guante blanco: Arsenio Lupin.
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Dos son los rasgos que más nos sorprenden en Alexandre Jacob: su agudísima inteligencia y su alegre despreocupación por su destino. Tuvo mucho de héroe de folletín, de bandido jovial que, mientras despistaba a la Policía refugiándose en una posada, tenía tiempo de reparar en el perro del local y comentar su «pasmosa semejanza» con el presidente de la República.
Su historia es trágica. En el proceso de Amiens fue condenado a pasar el resto de su vida realizando trabajos forzados. Su destino: el penal de Cayena, en la Guayana Francesa. Finalmente, pasó allí veinte años. Trató de fugarse en dieciocho ocasiones y soportó numerosos castigos. En una ocasión mató con sus propias manos a una especie de kapo que colaboraba con los guardianes y escupía en la comida de los presos.
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Jacob era un hombre de acción, no hay duda, pero también un idealista extrañamente consecuente. No se permitía lujos, nunca bebía alcohol, apenas comía carne y se interesaba seriamente por las artes y las ciencias. Era un tipo al tiempo sutil y terrible, una mezcla entre un Aramis y un Porthos libertarios. También era incansable: durante su estancia en prisión, estudió derecho «para conocer mejor las normas y las leyes y violarlas mejor».
En 1928 recuperó definitivamente la libertad. A las puertas de la cárcel le esperaba su madre. Ambos se abrazaron «como si se hubieran visto la víspera» y no derramaron una sola lágrima. A partir de entonces, Jacob trabajó como jefe de taller y se dedicó a la venta ambulante. No renunció a sus ideas, pero tampoco volvió a la primera línea. Colaboró en campañas, difundió propaganda y acogió fugitivos en su casa. .
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Se cree que estuvo en España en 1936, tratando de ayudar a los anarquistas catalanes a conseguir armas, pero no hay documentos que lo atestigüen. Léo Malet le conoció en esa época y siempre recordaría «su impresionante humor negro».
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Cambrioleur anarchiste. El Jacob anciano era un tipo rechoncho y desgreñado que fumaba en pipa con sonrisa socarrona. El 28 de agosto de 1954 se suicidó en su casa de París. Se inyectó una sobredosis de morfina y dejó abierta una estufa. Unos días antes, se había despedido de sus amigos: «Os dejo sin desesperación, con la sonrisa en los labios y la paz en el corazón. Sois demasiado jóvenes para poder apreciar el placer que proporciona irse gozando de excelente salud, burlándose de todas las enfermedades que acechan a la vejez. Allá están todas esas asquerosas reunidas, listas para devorarme. Pero voy a defraudarlas. Yo he vivido y ya puedo morir.
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Fue un hombre con una vida llena de aventuras digna realmente de llevar al celuloide. Una persona de tal finura en el robo que jamás tuvo que hacer uso de la violencia para ello. Cuando la policía le detuvo y expropió el material que utilizaba, gran parte de él le era desconocido, no sabían por supuesto para que lo utilizaba. Fue en ello un adelantado de su época. Por otro lado eran métodos muy sencillos los que le daban pistas para sus golpes, dejar un sello entre el resquicio de la puerta que delatara el que estuviera vacío un piso o un sapo que le avisara de la llegada de alguien.
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Todo ello rodeado de una capa idealista de trabajador de la noche. Siempre robó a las clases privilegiadas de la época. Es más, entrando una noche en un lugar por equivocación, y percatándose más tarde, reintegró todo a su sitio, y dejó diez francos por los desperfectos de puerta y ventana.
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Al tribunal que lo sentencio, no lo reconoció como legítimo para juzgarle."Ustedes llaman a un hombre ladrón y bandido; aplican contra él los rigores de la ley, sin preguntarse si podría ser otra cosa. ¿Se ha visto jamás a un rentista volverse ladrón? Confieso no conocer a ninguno. Pero yo no soy rentista ni propietario, yo soy sólo un hombre que no posee más que sus brazos y su cerebro para asegurar su conservación, he debido seguir otra conducta. La sociedad no me ha concedido más que tres medios de existencia: el trabajo, la mendicidad o el robo.
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El trabajo lejos de repugnarme, me agrada. Incluso en hombre no puede pensarse sin trabajar; sus músculos poseen una suma de energía a invertir. Lo que me ha repugnado es sudar sangre y agua por la limosna de un salario. Trabajar es crear riquezas que se me habrían privado. En una palabra, me he repugnado abandonarme a la prostitución del trabajo. La mendicidad es el envilecimiento, la negación de toda dignidad. Todo hombre tiene derecho al banquete de la vida.
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Si opté por el robo no fue por una cuestión de ganancias sino por una cuestión de principios, de derecho. Preferí conservar mi libertad. Mi independencia, mi dignidad de hombre, que hacerme artesano de la fortuna de un amo. En términos más crudos y sin eufemismo alguno he preferido robar antes que ser robado. También yo repruebo el hecho por el cual un hombre se apropia violentamente y con astucia del fruto del trabajo ajeno. Pero es precisamente por esto que he hecho la guerra a los ricos, ladrones de los bienes de los pobres...
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También yo quisiera vivir en una sociedad en la que el robo fuera desterrado. No apruebo y no he usado el robo sino como medio de rebelión para combatir el más inicuo de todos los robos: la propiedad individual. Para destruir en efecto hace falta destruir su causa. Si hay robo es porque hay abundancia de una parte y escasez de otra; es porque todo no pertenece más que a unos pocos. La lucha no acabará hasta que todos los hombres pongan en común sus alegrías y sus penas, sus trabajos y sus riquezas; hasta que todas las cosas pertenezcan a todos.
Trocitos de papel...
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Este explorador tenía por misión deslizar “sellos”, o sea, trocitos de papel, en el intersticio de las puertas de las viviendas más interesantes. Si veinticuatro horas más tarde el objeto no había caido, quería decir que el local estaba deshabitado, al menos provisoriamente. El hombre enviaba entonces a París un telegrama cuyo contenido importaba poco, pero que iba firmado “Georges” significaba “vengan dos”; si iba firmado “Louis”, “Vengan tres”. La primera letra empleada significaba además, según un código convenido, el material a llevar.
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Sapos...
Otro detalle: a medianoche en una calle desierta, un vigía podía hacerse notar. Por eso, Alexandre no tardó en concebir una idea maquiavélica y campesina de munirse de un sapo, cuando el tiempo era propicio para ello. Se abandonaba al animal en el desagüe situado ante la vivienda en vista. Mientras croara, podían estar tranquilos: ningún intruso se aventuraba en los alrededores. En caso contrario, se preocupaban por levantar campamento.
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Paraguas...
Entonces comenzó la tarea. Lo más silenciosamente posible, Alexandre retiró las tablas del piso del dormitorio. Después, con una barrena, se dedicó a perforar el piso. Los tres hombres se relevaron. A las diez quedaba hecho el agujero. Echándose de bruces en el suelo, se podía divisar allá abajo el lecho de Bourdin. La abertura fue ampliada hasta que se pudo deslizar por ella un paraguas. Mediante un juego de bastoncillos y piolines, Alexandre logró abrirlo y mantenerlo suspendido debajo del piso, de modo que todos los escombros arrancados desde entonces cayeron adentro del mismo sin ruido.
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Aunque de vez en cuando se producía alguna metedura de pata: [...] después de haberse introducido, en Rochefort, en la suntuosa morada de un capitán de fragata llamada Julien Viaud, Alexandre advirtió que se hallaba en realidad en casa de Pierre Loti seudónimo de Viaud. Inmediatamente vació las bolsas que había llenado, repuso cuidadosamente cada objeto en su sitio y dejó a la vista un mensaje así redactado: “Penetré en su casa por error, pero no quiero quitar nada a quien vive de su pluma. Todo trabajo merece salario. Atila. PD: Adjunto diez francos por el vidrio roto y el postigo dañado”.

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